El 1885, l’amenaça de la signatura d’un conveni comercial entre Espanya i Anglaterra i els intents d’unificació del dret civil van mobilitzar el Centre Català, el qual va convocar un acte a la Llotja de Barcelona amb la participació de diverses organitzacions econòmiques de la burgesia catalana (Foment de la Producció Nacional, Institut del Foment del Treball Nacional, etc.), destacades institucions culturals del país (Consistori dels Jocs Florals) i algunes entitats catalanistes. Aquest grup elaboraria el 1885, a través de Valentí Almirall, una Memòria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña, l’anomenat Memorial de Greuges, el primer acte polític del catalanisme a Espanya.
El Memorial, dirigit al rei Alfons XII, era un document defensiu que denunciava el centralisme, demanava el proteccionisme econòmic per a la indústria catalana, amenaçada pels tractats de comerç amb França i Gran Bretanya i el manteniment del dret civil català davant l’amenaça governamental d’elaborar un nou codi civil que seria únic per a tota Espanya. Va ser la primera mobilització unitària del catalanisme, recolzada per amplis sectors de la societat i que demostrava l’arrelament que anava prenent el moviment catalanista.
La inesperada mort del monarca, el mateix 1885, va limitar l’eficàcia política del document, però el seu impacte als cercles polítics de Madrid va ser notable. A més, la redacció del Memorial va suposar el primer acostament del moviment catalanista a una burgesia que fins aleshores només s’havia mogut políticament en l’àmbit dels partits dinàstics espanyols, que moment només havia defensat el proteccionisme econòmic i presentava unes posicions descentralitzadores força tímides.
Memòria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña (1885):
No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla; pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al par que justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española.
Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos Imperios de Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya seguido en España en los días de nuestra grandeza.
Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las provincias de España; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el centralismo nos causa.
Señor: se nos arrebató nuestro sistema administrativo, que hoy encuentran bueno e imitan naciones cultas de Europa, para ser substituido, primero por el sistema castellano, y hoy por una copia imperfecta y viciosa del sistema francés.
No podemos usar nuestra lengua más que en nuestros hogares y en conversaciones familiares; desterrada de las escuelas, lo ha sido más tarde de la contratación pública y también de los tribunales, en los cuales muchas veces, y por muy ilustrados que sean, ni los jueces entienden a los testigos y procesados, ni éstos entienden a los jueces.
Y como si todo esto no fuera bastante, hace tiempo que viene amenazándose, y hoy se intenta con empeño destruir, o cuando menos adulterar, nuestro derecho civil, base indeleble de la robusta y moral organización de la familia catalana y de nuestra propiedad, que va aumentando y creciendo a medida que unas generaciones suceden a otras generaciones.
A fuerza de trabajo y privaciones sin cuento, nuestros industriales han creado una industria española que en cuarenta años ha progresado y alcanzado altísimo nivel. Esta industria viene siendo atacada de raíz de algunos años a esta parte, y últimamente lo ha sido y lo es por medio del tratado con Francia y del proyecto de modus vivendi con Inglaterra.
Preciso es reconocer que la industria de nuestro país ha debido hacer grades esfuerzos para sostenerse y aún aumentar en ciertos ramos, en medio de la inestabilidad legislativa y falta de fijeza de criterio gubernamental con que ha debido luchar. La situación normal de nuestro país ha sido durante muchos años la de guerras civiles, revolución, crisis y pronunciamientos continuados. A pesar de que la tendencia llamada librecambista no ha logrado hasta ahora sus soluciones radicales a la legislación económica, se ha manifestado, sin embargo, constantemente en todas las situaciones y desde hace muchos años, ser una espada de Damocles suspendida sobre la producción. Quedan todavía aranceles más o menos protectores, pero no representan ninguna garantía de estabilidad […].
Lo dejamos ya expuesto: el núcleo de nuestro centro industrial más importante es la manufactura algodonera, que ha creado la atmósfera que vivifica no solo a las industrias accesorias, sino también a las que como más desligadas aparecen y que no podrían prosperar si esta atmósfera llegara a faltarles. A la manufactura de algodón le sigue sin duda en mucha importancia la lanera, que tiene con ella muchos puntos de relación y contacto. La plétora industrial de la Gran Bretaña, casualmente, se muestra más que en otros ramos, en su producción algodonera y lanera.
¿Cómo ha de competir nuestra industria débil y contrariada, con la más robusta, pletórica, de la nación británica? Nosotros, a fuerza de trabajo y de constancia, hemos logrado en medio siglo establecer dos millones escasos de husos, con los que elaboramos, en números gruesos, doscientas mil balas de algodón anualmente; la Gran Bretaña, con sus cuarenta y cinco millones de husos transforma cada año, por lo general, en números finos, tres millones y medio de balas de algodón, o sea, más de la mitad de lo que en Norteamérica se produce […]. La lucha es desigual a todas luces: no es difícil predecir de cuál de las dos partes será la victoria […].