Com a conseqüència de la repressió contra els liberals i, especialment, per l’existència d’un important nucli liberal en el si de l’exèrcit espanyol, a més de la ineficàcia mostrada pels successius ministres de Ferran VII davant la crisi econòmica i d’Hisenda que patia el país, l’1 de gener de 1820 el coronel Rafael del Riego, cap de les forces que havien de sufocar les sublevacions americanes i constitucionalista convençut, es va aixecar a Cabezas de San Juan en un pronunciamiento contra Ferran VII i va recórrer Andalusia proclamant la Constitució de 1812.
La rebel·lió de les tropes va ser el resultat de la suma de factors provocats per la crisi del país i el fracàs de l’Estat absolutista, però el propi Riego pensava que la sublevació havia fracassat quan només li quedaven uns 50 homes desmoralitzats i cansats després del seu recorregut per Andalusia proclamant la Constitució i va dissoldre la partida. Sense que ell ho sabés, aquesta vegada el pronunciament havia tingut resposta i La Corunya, Múrcia, Saragossa, Tarragona, Pamplona, Barcelona i Cadis van anar sumant-se a la insurrecció. Finalment, a Madrid van esclatar una sèrie d’aldarulls als carrers que va precipitar l’èxit del pronunciament.
La passivitat de l’exèrcit, l’acció dels liberals a les principals ciutats espanyoles i la neutralitat dels pagesos van obligar Ferran VII a acceptar la Constitució el 10 de març. El triomf del pronunciamiento va suposar l’aplicació de la Constitució de Cadis, fet que va comportar la formació d’un nou govern que va proclamar una amnistia que va permetre el retorn dels liberals i la convocatòria de Corts. La constitució havia estat imposada al monarca en un exercici de sobirania nacional i el règim liberal s’havia imposat sense gaire violència, el que suposaria un model revolucionari per a la resta d’Europa.
Manifiesto Regio de Ferran VII (10 de març de 1820)
Cuando vuestros heróicos esfuerzos lograron poner término al cautiverio en que me retuvo la mas inaudita perfidia, todo cuanto ví y escuché, apenas pisè el suelo patrio, se reunió para persuadirme que la Nacion deseaba ver resucitada su anterior forma de Gobierno; y esta persuasion me debiò decidir á conformarme con lo que parecia ser el voto casi general de un pueblo magnánimo que, triunfador del enemigo extrangero, temia los males aun mas horribles de la intestina discordia.
No se me ocultaba sin embargo que el progreso rápido de la civilizacion europea, la difusion universal de luces hasta entre las clases menos elevadas, la mas frecuente comunicacion entre los diferentes paises del globo, los asombrosos acaecimientos reservados á la generacion actual, habian suscitado ideas y deseos desconocidos á nuestros mayores, resultando nuevas é imperiosas necesidades; ni tampoco dejaba de conocer que era indispensable amoldar á tales elementos las instituciones políticas, á fin de obtener aquella conveniente armonía entre los hombres y las leyes, en que estriba la estabilidad y el reposo de las sociedades.
Pero mientras Yo meditaba maduramente con la solicitud propia de mi paternal corazon las variaciones de nuestro régimen fundamental, que parecian mas adaptables al caracter nacional y al estado presente de las diversas porciones de la Monarquía española, así como mas análogas á la organizacion de los pueblos ilustrados, me habeis hecho entender vuestro anhelo de que se restableciese aquella Constitucion que entre el estruendo de armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812, al propio tiempo que con asombro del mundo combatiais por la libertad de la patria. He oido vuestros votos, y cual tierno Padre he condescendido á lo que mis hijos reputan conducente á su felicidad. He jurado esa Constitucion, por la cual suspirábais, y seré siempre su mas firme apoyo. Ya he tomado las medidas oportunas para la pronta convocacion de las Cortes. En ellas, reunido á vuestros Representantes, me gozaré de concurrir á la grande obra de la prosperidad nacional.
Españoles: vuestra gloria es la única que mi corazón ambiciona. Mi alma no apetece sino veros en torno de mi Trono unidos, pacíficos y dichosos. Confiad, pues, en vuestro Rey, que os habla con la efusion sincera que le inspiran las circunstancias en que os hallais, y el sentimiento íntimo de los altos deberes que le impuso la Providencia. Vuestra ventura desde hoy en adelante dependerá en gran parte de vosotros mismos. Guardaos de dejaros seducir por falaces apariencias de un bien ideal, que frecuentemente impiden alcanzar el bien efectivo. Evitad la exaltacion de pasiones, que suele transformar en enemigos á los que solo deben ser hermanos, acordes en afectos como lo son en religion, idioma y costumbres. Repeled las pérfidas insinuaciones, halagueñamente disfrazadas, de vuestros emulos. Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional; y mostrando á la Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderacion en una crisis que en otras naciones ha sido acompañada de lágrimas y desgracias, hagamos admirar y reverenciar el nombre Español, al mismo tiempo que labramos para siglos nuestra felicidad y nuestra gloria.