Jorge Semprún va morir ahir als 87 anys al seu domicili de París, després d’una llarga i dolorosa malaltia. Nascut a Madrid el 10 de desembre de l’any 1923, era nét d’Antonio Maura, un dels presidents del Consell de Ministres durant el regnat d’Alfons XIII, posteriorment diplomàtic de la Segona República i finalment ministre a l’exili. Va ser una figura rellevant tant en la literatura com en la política, amb una trajectòria personal i professional marcada per la seva denúncia dels totalitarismes. L’any 1939, un cop acabada Guerra Civil va marxar a l’exili, primer a Holanda i després a París, on va ser militant i líder del Partit Comunista d’Espanya, i un membre destacat de la resistència antifranquista.
Els seus estudis a la Sorbona es van interrompre al ser detingut per la Gestapo com a membre de la resistència comunista francesa i deportat el 1944 al camp de Buchenwald, on va compartir durant un any i mig, setze largos mesos, el destí de milers de republicans espanyols. El trauma i les obligacions morals del supervivent de l’horror mai el van abandonar. El seu llegat literari sempre va estar marcat per aquest succés. Com a mostra d’això, cal conservar a la memòria aquest extracte del discurs sobre l’Arxipèlag de l’horror nazi, pronunciat el 2010 a Buchenwald, en commemoració del seixanta-cinquè aniversari de l’alliberament del camp:
[…] Ya sabemos, pero no es inútil repetirlo, que en la guerra imperialista de agresión que desencadena en 1939 el nacionalsocialismo, y que aspira al establecimiento de una hegemonía totalitaria en Europa, y acaso en el mundo entero, ya sabemos que en dicha guerra, el propósito constante y consecuente de exterminar al pueblo judío constituye un objetivo esencial, localmente prioritario, entre los fines de guerra de Hitler.
Sin tapujos ni concesiones a ninguna restricción mortal, el antisemitismo racial forma parte del código genético de la ideología del nazismo, desde los primeros escritos de Hitler, desde sus primerísimas actividades políticas.
Para la llamada solución final de la cuestión judía en Europa, el nazismo organiza el exterminio sistemático en el archipiélago de campos especiales del conjunto Auschwitz-Birkenau, en Polonia.
Buchenwald no forma parte de dicho archipiélago. No es un campo de exterminio directo, con selección permanente para el envío a las cámaras de gas. Es un campo de trabajo forzado, sin cámaras de gas. La muerte, en Buchenwald, es producto natural y previsible de la dureza de las condiciones de trabajo, de la desnutrición sistemática.
Como consecuencia, Buchenwald es un campo judenrein.
Sin embargo, por razones históricas concretas, Buchenwald conoce dos periodos diferentes de presencia masiva de deportados judíos.
Uno de esos periodos se sitúa en los primeros años de existencia del campo, cuando, después de la Noche de Cristal y del pogrom general organizado, en noviembre de 1938, por Hitler y Goebbels personalmente, miles de judíos de Francfort, en particular, son enviados a Buchenwald.
En 1944, los veteranos comunistas alemanes se acordaban todavía de la mortífera brutalidad con que fueron maltratados y asesinados a mansalva, masivamente, aquellos judíos de Francfort, cuyos supervivientes fueron luego enviados a los campos de exterminio del Este.
El segundo periodo de presencia judía en Buchenwald se sitúa en 1945, hacia finales de la guerra, en los meses de febrero y de marzo concretamente. En aquel momento, decenas de miles de supervivientes judíos de los campos del Este fueron evacuados hacia Alemania central por el SS, ante el avance del Ejército Rojo.
A Buchenwald llegaron miles de deportados escuálidos, transportados en condiciones inhumanas, en pleno invierno, desde la lejana Polonia. Muchos murieron durante un viaje interminable. Los que consiguieron alcanzar Buchenwald, ya sobrepoblado, fueron instalados en los barracones del kleine Lager, el campo de cuarentena, o en tiendas de campaña y carpas especialmente montadas para su precario alojamiento.
Entre aquellos miles de judíos llegados por entonces a Buchenwald, y que nos aportaron información directa, testimonio vivo y sangrante del proceso industrial, salvajemente racionalizado, del exterminio masivo en las cámaras de gas, entre aquellos miles de judíos había muchos niños y jóvenes adolescentes.
La organización clandestina antifascista de Buchenwald hizo lo posible para venir en ayuda de los niños y adolescentes judíos supervivientes de Auschwitz. No era mucho, pero era arriesgado: fue un gesto importante de solidaridad, de fraternidad […].
Como ya dije hace cinco años, en el Teatro Nacional de Weimar, “la memoria más longeva de los campos nazis será la memoria judía. Y esta, por otra parte, no se limita la experiencia de Auschwitz o de Birkenau, Y es que, en enero de 1945, ante el avance del Ejército soviético, miles y miles de deportados judíos fueron evacuados hacia los campos de concentración de Alemania central. Así, en la memoria de los niños y adolescentes judíos que seguramente sobrevivirán todavía en 2015, es posible que perdure una imagen global del exterminio, una reflexión universalista. Esto es posible y pienso que hasta deseable: en este sentido, pues, una gran responsabilidad incumbe a la memoria judía… Todas las memorias europeas de la resistencia y del sufrimiento solo tendrán, como último refugio y baluarte, dentro de diez años, a la memoria judía del exterminio. La más antigua memoria de aquella vida, ya que fue, precisamente, la más joven vivencia de la muerte […]”.
Escriptor fonamentalment autobiogràfic, el presoner 44.904 de Buchenwald va deixar en les seves obres el record de les víctimes als camps de concentració nazi. El Federico Sánchez que recorria Madrid d’incògnit i que va ser expulsat del PCE va procurar que no s’oblidés ni l’heroisme dels resistents antifranquistes ni les misèries de les querelles dogmàtiques. L’intel·lectual decebut però alhora compromès amb la política va deixar l’exemple de com viure una Europa sense fronteres. A l’Estat Espanyol serà recordat també com a Ministre de Cultura entre els anys 1988 i 1991. A Catalunya va ser guardonat amb la creu de Sant Jordi i el premi Blanquerna, tots dos atorgats per la Generalitat.